Tras 14 horas de vuelo y los peores asientos del mundo en fila de a4 con gallego cabreado al lado dándome codazos llegamos a Santiago de Chile.
Lo primero el calor, el calor extremo. Pasar de los bajo cero de Madrid a los 36º de Santiago ha sido dura, muy dura.
Como exiliados acabamos emulando a Martinez Soria y a todos los que no soportaban el calor de la ciudad, pidiendo en La Alameda unas gotas de agua de la señora que regaba los jardines.
Buscando refugios, encontramos uno fresquito al lado de La Moneda. Limonadas mediante. Primera conexión con el mundo tras dos días de viaje.
Una recorre estas calles y sin buscarlo se encuentra con La Moneda, y recuerda como Allende salió del mismo en contra de su voluntad dando paso a 17 años de libertad coartada y de cruel indiferencia.
Este país grande, verde y rico en mentes y corazones ahora se disculpa mientras el poder que de nuevo ha detentado el poder vuelve a llevar los mismos trajes y los mismos gestos…
Para algunos, esa minoria que hoy descansa en Viña todo está Bakan, para la mayoría, el tiempo fluye y la confianza se pierde…sigue haciendo el mismo calor en Santiago en Enero.
Pero yo no estoy aquí para cuestionar lo incuestionable, sólo estoy aquí para iniciar un viaje y ponerle color a los días de invierno del otro lado del mundo, y lo encuentro pleno, fulgurante y sencillo. Justo delante de dónde comienza el vuelo.
Siempre con verdes, señoritas acaloradas que apenas se dan cuenta del colorín…
Esta ciudad enorme, acalorada, con los Andes a un lado, con el gris y el humo, y el color a raudales, tratando de abrirse paso.
En el Terminal Los Héroes buscamos el coche cama que nos lleve al sur, y que curioso que tenga nombre de constelación, esa que no se ve en nuestro hemisferio. Cruz del Sur, allá vamos.
El viaje a Chiloé desde Santiago dura 17 horas, tras el vuelo infernal, estos asientos son como camas de plumas, dormimos, cenamos, volvemos a dormir y cuando abro un ojo domesticado por el jet lag me encuentro un pais totalmente diferente, la belleza del sur se abre paso en el amanecer…
Un buen método de viajar, siempre me gustaron las travesías en autobús, pero nunca soñé una como esta, acolchada Cruz del Sur, tan mítica que una trata de despertar una y otra vez, realmente estoy aquí ahora?
Con Los Andes a la izquierda, el viaje parece llegar al final más verde, la nieve del Osorno se vislumbra a lo lejos…un sur que despierta al verano.
Pero este viaje es muy particular, no sólo hemos volado y hemos viajado en autobús. Para llegar a Chiloé hay que cruzar el canal de Chacao en transbordador. Al verlo, emoción, tan cerca del destino, tan lindo! El sur del mundo atesora bellezas que ni siquiera había imaginado.
Y al fin, un último paso, al otro lado la Isla grande de Chiloé, eso y Kena. Tengo amigas que deciden irse a vivir al fin del mundo, y después una tiene que hacer estas peripecias para tomarse un café y contarse un par de cuentos… qué cosas!
Y a partir de este momento, sentí un escalofrío, me impactó realmente saberme tan lejos de casa y en el fondo tan cerca de otra. En el corto trayecto de un lado a otro, leones marinos nos iban saludando. Atrás quedaba el continente, en pause, a la espera.
Y en este justo momento, supimos que lo habíamos conseguido, y que alejándonos del continente comenzábamos el viaje nómada que durante tantos meses hemos soñado. Y es que a veces los deseos se cumplen, si uno persevera, si es paciente y atesora la alegría.
Al fin, llegamos, tras dos días de viaje, más de 14mil kilómetros y decenas de noches en los que me imaginaba cómo sería este rincón del planeta, aquí está Chiloé, brillante al amanecer, como debe ser!
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