Y tras 13 días en Chiloé la cosa llegaba a su fin, con mucha pena, porque ahora ya conocíamos un poquito más la isla, nos habíamos acostumbrado a la casita del bosque, a las charlas en la escalera de madera, a los desayunos de pan amasado, a pasar el día al sol con amigos… pero es lo de siempre, podríamos quedarnos un mes más aquí y la sensación sería exactamente la misma, o más arraigada aún.
Tocaba ir despidiéndose de los Palafitos, con ruta por la costanera, atisbando los equilibrios de la madera sobre el agua.
Recordando algunas frases encontradas, un mantra para hoy y mañana, los cuatro días que compartimos y que pesan tanto en nuestro banco de recuerdos.
Castro es una ciudad bonita, que mira al mar y a la tierra, donde tan rápido encuentras lo más tradicional o clases de reiki, donde habita parte del pueblo Mapuche y dónde se practica yoga. Es un lugar donde confluye cada uno de los viajeros o expatriados que tratan de acercarse a los locales con sigilo, observando lento.
Y los pajarines siguen ahí, con tantas ganas de saludar al mar, de despedir el día y encontrarse de nuevo con otro.
Estos pajarines viven en la ventana de un palafito especial, uno que ha costado tiempo y esfuerzo conseguir. El palafito de las mujeres que se unieron en cooperativa para tejer con lana chilota, para teñir, para afieltrar. Mujeres todas, que hoy viven de esto y que mantienen la ilusión en su proyecto, en vivir su propia historia personal.
Preciosos teñidos, colorines que alegran el alma, como la ciudad, como la isla, todo color ante los días de lluvia y temporal.
Desde el puerto, Castro emula a San Francisco en pequeñito, con la calma que ofrece la ubicación austral. Calle arriba o calle abajo, siempre hay un hueco en medio donde encontrar un tesoro escondido, un algo que no debería estar aquí y sin embargo está.
Hasta Silvio tiene su hueco, alguien que confió en los unicornios azules y decidió hacerse un hotel en su nombre, tan romántico.
Algo que me gustó mucho de las casas Chilotas es que casi todas tienen figuritas y objetos personales, más bien freaks en las ventanas. Puedes ver de todo, fotografías de los nietos, figuritas de los Chinos, algún gato durmiendo la siesta al sol y de vez en cuando, incluso, unicornios azules.
El color inunda cada hueco, y es raro no encontrar una calle cuyas casas hayan sido customizadas a gusto del propietario, en este caso, la familia Thompson, a falta de jardín, se dibujó uno en la fachada.
Y la lana Chilota, presente en cada rincón, en los mercados y en la mayoría de las tiendas de artesanías. He aquí el último punto del proceso de recuperación del cordero chilote. La manufactura de su lana.
Pero aún hay más tesoros escondidos. En esta isla se vive de lo que la propia tierra ofrece, ya sea el marisco, el pescado, la lana, la madera…y otros aún más curiosos, como es el caso del Pompon, un liquen muy especial que crece en estos terrenos húmedos y que se saca y se deja en secaderos para posteriormente vendérselo a los japoneses que lo utilizan como absorbente para los pañales de sus bebés.
Lo mismo sucede con el marisco, las Cholgas (almejas enormes) se encuentran en sacos de varios kilos a precios que harían temblar toda la industria gallega.
Pero una aprende a mirar con otros ojos, y a confiar en la posibilidad de que realmente una existencia más sencilla y natural es posible, este es un gran ejemplo de ello.
Con motivo de nuestra llegada, nos invitaron a varios asados. El primero de mano de Peña, un sibarita chileno que compartió con nosotros carne, vino y estupenda conversación, aún le debo una cena japonesa la próxima vez que volvamos a vernos! La familia Calderón, la mamá de Ceci con su delicioso salmón asado, su adictivo pisco-amaretto, la hospitalidad de Keno y de toda toda la familia, gracias! Y por último, el honor de que nos invitasen a un Quincho auténtico, con carne de cordero Chilota (Este si que es el último paso del proceso). Un Quincho es una estructura de madera abierta por el tejado que se utiliza para asar al palo corderos y carnes, con parrilla incluida y dónde se suele reunir la familia y los amigos para compartir conversación y comida. Muchas gracias también a Patricio por hacerlo posible!
Este modo de asar el cordero es similar al que se utiliza en León para lo que llaman «Cordero a la Estaca», he de decir que la labor de dar vueltas a la carne hace realmente que quede extremadamente jugoso. Hasta yo que no soy muy carnivora disfruté de este gran regalo.
No es habitual que las mujeres se encarguen de dar vueltas a la carne, pero como tenemos una pequeña transgresora, esto se hizo realidad bajo la atenta mirada de todos los invitados!!! Yo creo que fue lo que le dio el toque final delicioso al asado! 🙂
Y poco más que contar, o mucho más, pero esto quedará para mis propios archivos personales. Para llegar a Chiloé deberéis recorrer más de la mitad de Chile, pero os puedo asegurar que el destino es realmente hermoso. Al final del viaje, la imagen que muchos vienen buscando, los palafitos de Castro, día tras día, como las mareas que los mecen.
Y conmigo, la clara sensación de no un adiós, más bien un hasta luego, un «ya se dónde vives y cuando piense en tí recorreré tu mismo camino a casa» , como una mirada felina al otro lado de la ventana. Un principio para un fin!
8 Comments
Información Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: Y tras 13 días en Chiloé la cosa llegaba a su fin, con mucha pena, porque ahora ya conocíamos un poquito más la isla, nos habíamos acostumbrado a la casita del bosque, a las charlas en la escalera de madera, a los desayu……
La verdad es que parece un lugar para quedarse!
Lo es! ^_^
Me ha encantado Chiloé, reiki, yoga, auntogestión…guauuu, en algun momento de mi vida tengo que ir, gracias por enseñar estas maravillas!! Abrazote!
Cris, te encantaría!!!
[…] Castro […]
He viajado por muchos lugares en el mundo y por mi país entero (chile) pero chiloé es lejos mi preferido. Saludos!
Chiloé es un descubrimiento increible!!!! Y tu país precioso! 😉