La semana pasada leí una noticia en la que se presentaba un nuevo documental llamado, Shugendō Now, un documental en el que japoneses de hoy en día siguen la antigua practica religiosa de buscar la unidad espiritual con las montañas ya través de la naturaleza. El documental parece muy interesante, pero primero os explico mejor que es esto del Shugendō, que aquí en occidente es probable que no nos suene de nada (al menos con ese nombre).
Shugendo, es una disciplina cuya finalidad es el enfrentamiento de las limitaciones y temores personales, que pueden surgir al encontrarnos en contacto con un ambiente natural agreste, como el de las montañas. Shugendo es una rama del budismo Tendai, creada por un monje asceta llamado EN-NO-GYOJA en le año 600 de nuestra era, a raíz de un sueño que tuvo en un retiro espiritual en el monte Hiei, erigiendo su templo principal en la ciudad de Togakure (ahora llamada Togakushi) dentro de la prefectura de Nagano.
Se basa en la vieja religión japonesa en la cual la sabiduría o el conocimiento se obtienen con el estudio de la relación entre el hombre y la naturaleza .
Fueron los YamaBushi (guerreros ascetas de las montañas) los que transmitieron la vía del SHU-GENDO a los Ninjas, sin que por ello fueran mantenidos los ideales puramente religiosos, dado el objetivo esencialmente práctico del Ninja y su naturaleza anímica y emocional de donde extraían sus facultades intuitivas.
En el Shugendō una de las partes más importantes es la veneración de las montañas, Shugendo incorpora las creencias o la filosofía de la vieja religión Shintoista, así como del animismo popular.
Shugendo significa literalmente «el camino del aprendizaje y las pruebas».
Toda la práctica es un proceso experimental e individual, de asimilación con las fuerzas de la naturaleza, encaminado a lograr la maestría sobre ellas mismas. En los ejercicios, el practicante intenta sobreponerse a los elementos naturales, hasta conseguir identificarse con ellos. Como ejemplos ilustrativos de esta doctrina están: las marchas descalzos sobre fuego, las meditaciones bajo el agua helada de una cascada, y otras similares.
El seguidor shugenja moderno en Japón y en el mundo entero trata de conocerse a sí mismo para convertir su energía espiritual en algo mejor a trabes de algunas pruebas y rituales en las que se requiere un gran valor y dedicación.
El Shugendo es la búsqueda, por medio de ejercicios (shu), en gran parte mágicos, de poderes sobrenaturales (ken). También es el conjunto de las normas que conviene seguir para llegar a tal fin. A los ascetas del Shugendo se les llama: “Yamabushis” (literalmente: los practicantes que duermen en las montañas).
Cuatro veces al año, los yamabushis practican “la entrada a la montaña” (nyubu). Simbólicamente, consiste para los peregrinos en sufrir los tormentos de las diez vías del más allá con el fin de ser liberado después de la transición.
Estos grandes peregrinajes en la montaña pueden durar quince días, un mes o más. Durante estos períodos de grandes ejercicios, el asceta, que ya se abstiene de carne y alcohol, y que mantiene una castidad absoluta, tampoco toma cereales. Sólo tiene derecho a algunas hierbas, hojas y resina de pino. Todo esto forma parte de la ascesis de la montaña (Sangaku Shugyo) del Shugendo.
Otros ritos son todavía más severos, tales como los nueve días durante los cuales el asceta no debe ni moverse, ni dormir, ni beber, ni comer, ni hablar. Los ascetas solitarios que pasan uno o más inviernos en una cueva, apenas van vestidos. Este sufrimiento va a permitir al yamabushi superar su naturaleza humana y es también un medio de purificación de las deudas karmicas (las deudas incurridas en vidas pasadas) El sufrimiento es considerado como una liberación de aquello que aún se encuentra en el hombre y le impide acceder al estado de Buda. Todo esto será simbólicamente escenificado por la entrada a la montaña, una marcha que conducirá al hombre corriente de la oscuridad a la luz. Este viaje iniciático está marcado por diez etapas bien precisas. A lo largo del trayecto, los peregrinos rinden homenaje a divinidades tales como En-no-Gyoja o Fudomyo-o. Es una verdadera rueda de la vida en un único peregrinaje, ya que el peregrino busca realizar lo que el hombre ordinario debe alcanzar en varias existencias.
El peregrinaje se realiza en un orden bien determinado. En cabeza un yamabushi abre el camino y lleva un hacha como atributo de su función. Le sigue el portador de la caracola y dos otros que llevan respectivamente un pequeño stupa y un cofre. Tras ellos va el director del peregrinaje, el sho sendatsu, luego los veteranos (doshu) y finalmente los neófitos (shinkaku).
El guía (sendatsu) es indispensable ya que sólo él puede dirigir sin riesgo, el peregrinaje a través de un frondoso bosque donde es muy fácil perderse o sufrir un accidente mortal (no es raro que la gente se pierda en estos bosques y muera de hambre y frío).
Excepto algunos raros ascetas yoguis que viven medio desnudos durante el invierno, el yamabushi va bien equipado. Vestido de blanco, tiene la frente cubierta por un pequeño “tokin” y en ocasiones lleva también una gran cofia protectora contra la lluvia y el sol, así como un abrigo de cáñamo (el suzukaké). Se reconoce fácilmente a un yamabushi por el pectoral que lleva, el kesa, adornado con seis borlas de color. Alrededor de sus riñones ata una piel de ante, el hishiki, que le sirve para sentarse y de aislante magnético durante la meditación, protegiéndole al mismo tiempo de la humedad. También usa polainas y sandalias de paja.
Esta práctica no es muy conocida, ni siquiera en Japón, de hecho muchos de los practicantes lo mantienen de forma oculta hacia sus vidas «normales».
sin embargo quizás a través de este documental se de un poco más a conocer una disciplina que evoca mucho la transmisión de conocimientos a través de la naturaleza.
Personalmente opino que esta es una hermosa forma de aprendizaje, quizás en occidente no le demos tanta importancia.
Yo he tenido la suerte de crecer en un pueblo y recuerdo perfectamente las experiencias en la naturaleza como fuente de aprendizaje y crecimiento, desde pequeña mis padres siempre tuvieron la (buena) costumbre de llevarnos a mí y ami hermana a la montaña, caminábamos, descubríamos plantas, animales, sendas.También pude acompañar a mi abuela en algunas ocasiones y aún recuerdo algunas de sus enseñanzas sobre los mejores pasos, la utilidad de algunas plantas, dónde había fuentes para beber en un largo camino…aún a día de hoy siempre que puedo recorro con mis padres los viejos caminos hacia las viejas fuentes, donde cada vez encuentro un contacto con algo que siento mucho más mío , que permanece a lo largo del tiempo, a pesar de que todo cambie, de que yo vaya creciendo y aparentemente cambiando, a pesar de que ya avance el SXXI con tremenda velocidad, allí sigue la montaña y sus caminos. Y esto, te acerca mucho más a ese lado sano, lejos del asfalto y del hormigón o la frialdad de los neones de este otro lado.
ミ●﹏☉ミ
じゃまたね!!!
Ja, mata ne!!!
(Hasta pronto!
7 Comments
Y … eso que quizá no has vivido dificultades en la naturaleza , frío ,caminar en la nieve ,calor , abrirte camino entre la maleza ,trepar por algún risco o lugar dificultoso ,penetrar en un bosque , otear el horizonte al borde de una peña , recorrer tortuosos y estrechos senderos ,que el uso ha ido marcando en la misma roca , tantas y tantas experiencias que te ponen sin duda a prueba y que saldas satisfactoriamente y luego ,la recompensa es totalmente personal , de superación y una alegría interior especial y de entereza . Además de un hermanamiento entre ser vivos , que así nos reconocemos . » Madre , la montaña es otra madre » . Sí , sin duda
Cierto que no he vivido experiencias más duras, pero quizás también puedo comparar esto a la realización del Camino de Santiago, dónde pasé calor, frío, hambre, mareos, sonrisas, ánimo desmedido, dónde tras una cuesta intensa había un pequeño llano y otra cuesta aún peor.
Caminé por montañas japonesas, subiendo y bajando, subiendo escaleras, bajando entre raíces…
Pero también he sentido, como bien dices, la superación al llegar al final del camino, o al alcanzar el claro, la alegría, la belleza.
Todas esas experiencias son inolvidables, y si bien es cierto que me considero privilegiada por sentir esta calidez y esta sensación de empatía con el propio bosque, con la montaña…entiendo perfectamente el Sugendô, como veo que también lo entiendes tú!
^ ^
…supongo también, ahora que lo pienso, que es uan especie de admiración y de casi reverencia, incluso cuando volabamos en parapente sobre las laderas, esa mezcla de respeto y admiración, es dificil de explicar si no has etado ahi, es cierto.
Buena practica aunque quizás en algunos aspectos algo llevada al extremo. Yo siempre lo he dicho, donde mejor se esta es en medio de un frondoso bosque. No hay nada como caminar por la nieve ( con un perro en la mochila), meterse por estrechos caminos apenas abiertos, bajar por colinas agarrándose a los arboles, trepar de roca en roca al borde de la costa o tierra adentro… siempre es un placer.
^_^
Sé que a tí también te gusta la montaña y los acantilados!!
He de felicitarte por tu labor de documentación. Llevo un par de días tratando de buscar información sobre los yamabushi y el shugendo y este es uno de los artículos más completos que he encontrado. Enorabuena.
Gracias Akenhod! Me alegra haber sido útil! 😉